Entre sus quehaceres diarios, Gerda Thurer rehuía el madrugar… Así comienza una de mis novelas de cabecera. No voy a hablaros del cuestionable Robespierre que tanto interesaba a aquella despistada catedrática, hasta el sugerente punto de resucitarlo para su día a día. Maximilien el Incorruptible tenía tanto o tan poco de girondino como de sans-culotte, aunque podría afirmarse que todas las facciones revolucionarias compartieron el espíritu de una época de cambios. Gerda Thurer fue una mujer de otra época con espíritu propio: Los años veinte también transformaron el presente y dieron el suficiente juego para el futuro. Hugh Hudson narró la supuesta épica de sus Olimpiadas en la inolvidable Carros de fuego. Cuatro años más tarde, Ámsterdam sucedió a París como sede olímpica. Los juegos del 28 no contaron con su film de referencia, ni la música de Vangelis potenciando conceptos tan asociados al deporte como la rivalidad o la camaradería, el esfuerzo, la frustración o la euforia por el logro obtenido. Aquel premio Oscar a la mejor película de 1981, giró en torno a un atletismo de hombres. Una futura estatuilla podría concederse a la historia de aquellas mujeres que compitieron por primera vez en las pruebas de atletismo olímpico. Fue en Ámsterdam 1928 y aunque cueste destapar aquel frasco cerrado, hoy en día aún perviven esencias como la de primera campeona olímpica en los 100 metros: Elizabeth “Betty” Robinson fue algo más que una pionera… Años más tarde correría también para el oro en los relevos de los 100 llanos ante los capitostes del nacismo… Nacida en la nada ficticia Riverdale de Illinois, 12,2 segundos en los 100 lisos… Si el barón de Coubertin se hubiera parado a pensar que Tom Burke los cubrió en 12 segundos en Atenas 1896, tal vez se habría ahorrado desacertar en algunos de sus textos: “Sigo pensando que el atletismo femenino debería ser excluido del programa Olímpico” (Cuarenta años de Olimpismo, 1934). Y en parte, Baillet-Latour —como presidente del COI desde 1925— y sus colaboradores lo hicieron: Según las crónicas, la noticia no fue que la alemana Lina Radke-Batschauer se impusiera en la carrera de 800… Lo fue que algunas de las participantes abandonaran y otras llegaron exhaustas… Suficiente para que el COI borrara la distancia del calendario de pruebas, edición tras edición, hasta Roma 1960. Detrás había informes médicos que consideraban inhumano que las mujeres corrieran distancias superiores a los 200. Esos mismos prohombres habrían quedado anonadados al ver a la banyolina Esther Guerrero ganar los 800 y 1500 de los Campeonatos de España post-confinamiento con apenas ocho minutos entre carreras. Afortunadamente, desde aquellas sanguinarias jornadas de 1789 hasta nuestros días, muchos y muchas han aportado ese granito de arena tan significante que requería cada uno de sus presentes.